Canta, canta, cántame
El canto es un medio expresivo de vital importancia. El desarrollo del canto, como elemento musical, se desarrolla desde el momento del nacimiento de la persona y prácticamente corre parejo con el dominio del lenguaje verbal (no entraré en este debate ahora). Si tenéis la suerte de convivir con un niño pequeño comprobaréis que en muchas ocasiones, ya sea solo o en grupo, en vez de hablar canta (además, gran parte de dichas “canciones” serán de composición propia). Normalmente los padres y demás personas del contexto no tienen ningún problema en ello. Sin embargo, conforme vamos creciendo eso de cantar deja de estar bien visto en determinados contextos y en muchas ocasiones, de manera cultural, se asocia con la demencia, la enfermedad mental, etc… con lo que nuestra creatividad en ese ámbito se ve mermada y encapsulada. Otro de los problemas con los que nos podremos encontrar es que no seamos capaces de afinar nuestro canto en el sistema musical occidental, y eso también hará que nos digan: “Cállate ya. Que cantas fatal”. De nuevo, no únicamente cerraremos la creatividad por esta vía, sino que cerraremos una vía de comunicación emocional preciosa y beneficiosa. Aún así tendremos la oportunidad de expresarnos mediante el canto en celebraciones grupales, pero con cierto miedo a no cantar demasiado alto y que nuestra voz quede al descubierto (os invito a desprenderos de ese miedo y disfrutar del canto grupal. No es algo que hayamos inventado ahora mismo, sino que nos ha acompañado desde el origen de los tiempos).
Normalmente, en procesos musicoterapéuticos de crecimiento personal me encuentro con que los usuarios tienen ciertas reticencias (inicialmente) a utilizar el canto. Más si se trata de cantar en público y de improvisar en función de nuestras necesidades. Sin embargo, conforme avanza el proceso, todos (el 100%) verbalizan lo necesaria que es esta vía de comunicación. Por otra parte me doy cuenta que dicha vía, dormida posiblemente durante mucho tiempo, por si misma y también por necesidad se despierta alegre y con energía.
Alguien dijo alguna vez que “nadie canta algo porque si”. Y creo que se trata de una gran verdad. El canto espontáneo, al menos, tiene una vinculación con nuestro inconsciente muy cercana. Quizá debiéramos hacerles más caso a estas expresiones y reflexionar sobre nosotros y nuestra vida a través de ellas. A través de él podemos acercarnos a nuestros pensamientos y sentimientos de una forma que difícilmente se podría a través de la palabra hablada. Supongo que a muchos de vosotros os habrá ocurrido el ir por la calle o estar en casa y de repente nos damos cuenta que estamos cantando determinada canción. Según Luiz Milleco, hay dos tipos de desencadenantes de dicho canto. Uno de ellos es el externo: Quizá acabemos de escuchar dicha canción, hayamos escuchado una canción con una melodía parecida, con intérvalos melódicos similares…Los otros son los internos, y estos tienen que ver con nosotros, con nuestra biografía. En definitiva, con lo que somos.
Por otra parte, el canto y su resonancia es efectiva a lo largo y ancho de todo nuestro cuerpo y mente. Es por ello que también se haya puesto de moda en el embarazo, para la preparación al parto y su recuperación posterior. Todo esto además del vínculo que se produce a través de dicho canto entre la madre o padre y el bebé (y entre los tres juntos).
Me gustaría ir terminando este post aclarando que cuando digo “canto” no hago referencia únicamente al canto de canciones ya compuestas, sino también a la improvisación vocal, a la asociación libre cantada, a la creación de canciones…y desde aquí os invito a todos a que abráis este canal de comunicación que une nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y sentimientos.